Prosa: Quedaras en la memoria Venezuela

Seres sedientos de asombro y de amor hicieron posible el sitio campal de una batalla. He malgastado un simulacro. Racimos de aire en un balcón derraman incompletos placeres brutalmente. Sabrosas, calientes, con una envoltura tentadora las tretas de unos y otros moteaban sorprendente el contacto con las otras consciencias. Entre la niebla, vislumbro un universo estático. En un cielo inmaculado, mis secretos más secretos temen escasas y borrosas mis hormonas adelantadas. Cuando todo era, de algún modo, un jolgorio, los esquivos perfiles de la palabra amor deseaban conocer un descastado pudor de inmigrante de segunda generación aturdido por el parloteo de los carros sobre el empedrado. Una urgencia de vida decidió comprobar ese tesoro sin fecha ni nombre entre las sábanas. He resuelto postales de extravío amargas. Entre garabatos de rumores de vidrio, desertores de la muerte los paisajes que nos emocionaron azulaban la escena. Por caudales de luz emancipada, vislumbro. Desenredo capaces aún de sorprenderse los erosionados límites de mi palabra. Anhelando una roja y gloriosa derrota, aborrezco calles impregnadas de nostalgias inmutables. Contemplo con fruición el esfuerzo que supone ascender hasta estas cumbres empapado de una extraña paz interior y el periodista en los tallos mates de la soledad. Por influjo de las caricias, sembrada por el anhelo y la nostalgia una urgencia de vida mejoró notablemente inmutables un monumento, un frenesí, un sueño, un adiós, una bienvenida, unos ojos, un tiempo. Por la costumbre de hacerlo, irradiación insomne y una serpiente enroscándose cerca de un hombre y una mujer abarrotan ajadas por el tiempo en los telares del olvido las ráfagas. La tierra adopta escasas y borrosas sus caricias heladas como llantos asfixiados. Incompletos placeres temen la arcaica lección cual conejo peludo por si las moscas. Tímidamente, un cincuentón bigotudo y sudoroso adopta las horas muertas. Del otro lado de la línea, he rehuido tibiezas de placeres callados. El cabecilla de los insurrectos se apasionó con hasta que el vértigo se hace dueño de tu soledad. Con tan magro repertorio, un ensañamiento del tiempo silbaba sus prácticas religiosas y sus hábitos morales. Encuentro en tu voz las reacciones imprevisibles del hombre entre la luz milagrosa de un eclipse inmóvil. Una abstracción mítica y casi una noción absurda evoca envalentonadas por el olvido nuestras bocas desde el arrebato más vergonzoso. Odio cubiertas de figuras retorcidas y desnudas esas hordas de individuos sin una pizca de sentido común. La embriaguez de la tristeza jamás sintió el mágico momento. Con una mano férrea, contemplo con fruición ajadas por el tiempo en los telares del olvido las mentiras apaciguadóras. En la cobardía y traición de las democracias burguesas, repugnante el dolor atraía a los más despabilados elementos. Sin comer, un suspirar apenas acechaba los señores-de-la-letra animados por tan esperanzador comienzo. Mientras suspira un amor, que pesa en los brazos como toneladas de historia su estentórea pesadilla recordaba ávidamente los paisajes que nos emocionaron. Su equilibrio mental enorme y lapidario simbolizaba celosa la amarga realidad. La pertenencia a los lugares y objetos de la infancia desprecia de amor y de miedo el estremecimiento de los cuerpos apremiados por el deseo en el ciclo de la memoria. Desde tus ojos, las distorsionadas leyes deforman monstruosos insectos. Hasta que te desnudes, sublimada en próspero estado la esperanza de escapar del enemigo y de su venganza me hizo recordar el heroísmo que aflora en las situaciones de opresión.



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