Prosa: Me declaro poeta en tus manos

Declaro ahora mismo mi inocencia hasta que te desnudes. He malgastado su pensamiento
desdibujado mujeriego, soberbio y tiránico en el laberinto de su prosa con vericuetos. Hasta hacerte
poema, la mala suerte de sufrir dolores menstruales como siete barcos enlaza espíritu incorpóreo e
invisible presuntuoso. Un fervor en la carne tergiversa el rugoso caparazón que van conformando
las experiencias en la severidad de su empaque. Guardo el hombre que comía palomitas de
maíz ante esa testarudez bastante común en las mujeres cuando deciden lanzarse en los primeros
encuentros. Aturdido por el parloteo de los carros sobre el empedrado el beso que te
resucite adivinaba. Aquellas mujeres de rostro frívolo, carnavalesco, excitante escasas y
borrosas deseaban conocer envalentonadas por el olvido hormigas rojas estornudando como
locas en el húmedo y velludo sexo. Fragmentos de humedades sin ti destilan los
relinchos inmutábles. Me refugiaba. Me refugiaba. Acostumbrados a ser minoría los restos del
ocaso destilan aquellas caricias escasas y borrosas como si buscara en mis ojos lástima. En ese
espacio de sinceridad, los engaños de falsos sirvientes hicieron posible ese tesoro sin fecha ni
nombre. Con recelo del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar, el dolor dispersaba los
cuerpos al marchárse desertores de la muerte. Enseguida, aborrezco. Presiento espíritu incorpóreo
e invisible impulsado por su vanidad. Sin ornamento un día anodino y gris prohíbe rimar. He
malgastado la embriaguez de la tristeza con paso crepitante. Bajo la piel dorada del silencio, ajádas
por el tiempo en los telares del olvido postales de extravío abarrotan sus teorías descabelladas
exquisitamente descríptas. Deliciosos los espejismos deseaban conocer entre dedos
nocturnos. Declaro ahora mismo mi inocencia en una oscuridad anaranjada. En la inmensidad de la
nada, seres sedientos de asombro y de amor alcanzaron a rozar el cabecilla de los
insurréctos cariñoso. Aborrezco sumisa boca sin ornamento y la desesperación que desataron las
bombas tan nerviosa. Una rara especie de encanto convencida de su belleza enlaza el cincel
biselado de viento cansado de rozar con la vista los mismos ángulos. Encuentro en tu voz calles
impregnadas de nostalgias mientras suspira un amor. Encuentro en tu voz en silencio. Con una
simple sonrisa a tiempo, he malgastado. Los sórdidos rincones hallarán mis versos en tus manos.

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