a mi hermana,De Dunia

De tanto salir de la noche,
de tanto regresar,
creaste tu propia ceremonia:
el derecho a crecer, 
acomodarte en tu risa,
contemplar la hoja de mi papel,
abrir la boca de la tierra
para hacer brotar
el color de la luna,
otorgarte el camino
del laberinto de la vida
o el querer y poder de los cada días.

Quiero creer que, cuando se paró tu reloj, dejaste un vestido pasajero
cayendo a los pies del campanario
para que suene en la estación de la lluvia
y mis manos no quedaran vacías,
o que dieras palabras
a ese cielo y mar que te hizo silencio.

Quiero creer...

Hermana, hermana mía,
habito en los ríos inmóviles
con la delicadeza de esas pintadas
que sólo saben el paso de los años
más tenaces y claros,
que el dolor hizo un pacto con el olvido
para recordarte en la esencia de mis letras,
que cada amanecer se viste
del azul de nuestra infancia
y que ya no cierro los ojos
al sentir tu última mirada.

Te mentiría si, a veces, siento
que llevo el corazón acuestas
o que ignoro lo que ignoramos
haciéndose la noche más oscura,
y que las flores no volverán nunca a nacer,
pero me vuelvo a ti
y el dolor se hace con el recuerdo del olvido.

De alguna manera,
arden mis dedos con el saber de tu luz
y derrochan pétalos de rosas,
a modo de tinta:
hermosas letras para mí pequeño planeta.

Y en esta espera de lo verde,
no has dejado de poblar mi océano de rocío
acomodándome en mi propia bicicleta.

Trataré de contar cómo nace 
lo que no se divide.

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